Las horas transcurren mimetizadas con el fluir de la lluvia que continua cayendo como si un gigante llorara. Los hombres de la ciudad se desviven en busca de refugios tierras arriba; búsqueda inútil en las montañas deslavadas por la deforestación. No existe ningún sitio donde asirse, tampoco queda algún lugar para refugiarse. Y la noche está aproximándose con fauces frías y destempladas; la lluvia cayendo como un manto continuo de una mujer que queda desnuda a medias, como si nunca fuera a terminar de descubrirse. Ora pro nobis, señor de los cielos, miserere sum.
El tiempo discurre y los hombres están mirando los cuerpos de otros hombres inertes entre las aguas, han perdido la capacidad para asombrarse, fluyen por decenas los muertos revueltos con objetos y animales agonizantes. La lluvia persiste cayendo como un cristal que se ha roto, esquirlas líquidas, trocitos de firmamento que pensamos era más fuerte como para contener toda nuestra fetidez fluorocarbónica, plúmbica, invernal. La noche se torna fría y cada vez más oscura, helada, sola, lluvia y más lluvia...Las intermitentes noticias que llegan remiten a cuadros desolados, paisajes acuáticos, enormes porciones de tierras anegadas, "dichosos aquellos que han sabido morir a tiempo y se han librado de tener que contemplar involuntariamente lo que nosotros vemos". Ver nuestra muerte por adelantado, morir en abonos, lentos. La lluvia cae, los rayos hieren el silencio líquido y retumban las sombras sonoras en todo el espacio.
Ya no sentimos miedo porque éste se lo ha llevado el agua, porque el terror nos ha rebasado y estamos fijos mirando sin ver bien qué es lo que agua lleva. El agua ya no corre pero sigue lloviendo. Ya no sentimos frío ni miedo, tampoco luchamos más por encontrar refugio; es curioso, pero nos sentimos seguros a pesar de que la lluvia continúa. "Dios dirá" dirán algunos. “Si Dios quiere” repetirán otros. Y aquellos esperanzados gemirán "ruega por nosotros los pecadores" sin descubrir que su Amén se ha diluido entre los cadáveres flotantes.
Los que contaminamos y destruimos el único lugar que teníamos para vivir sabemos que la lluvia seguirá constante como si fuera un carrusel con cuerda infinita para no detenerse jamás. Mira bien, después de tanto padecer uno ya no siente nada ni ve el agua correr; uno ha dejado de pelear contra la corriente; todo es azul y quieto, como si flotara, como si flotara y sigue lloviendo.
CÉSAR RICARDO AZAMAR CRUZ
Xalapa, ver. Martes 13 de marzo de 2007
Xalapa, ver. Martes 13 de marzo de 2007
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