Al héroe
Tu visita llenó mi guarida
de luces
(también de sombras)
en colisión.
miércoles, 16 de enero de 2008
martes, 15 de enero de 2008
ORBELÍN
Parece que te están metiendo un dedo en el el fuyul.
Orbelín. Pronunciar su nombre era como si la lengua surfeara en el paladar. Como si se balanceara. Cumplir una órbita. Y algo de chusco –o de grotesco- había (a-demás) en él. Era cojo. Las razones (nadie se sabía atrevido a preguntar la causa de su pierna coja o de su pie rengo) la ignorábamos todos aun cuando nos lo preguntábamos –sin decirlo- cada vez que lo veíamos avanzar apoyado de una muleta o dando saltitos como esas avecillas marinas en la orilla de la playa. Era gracioso verlo andar. Ver columpiar su pie derecho mientras en el izquierdo depositaba toda su fuerza y podría pensar, que también, todas sus esperanzas.
Orbelín no estaba quieto jamás. Se le podía ver jugando “la cascarita” con los hombres de la cuadra o persiguiendo niños en el juego de las escondidas o haciendo lo que más le gustaba: cazar mujeres solas, casadas pero solas, viudas –solísimas-; mujeres. Orbelín era cojo pero también era feliz; lo que se dice “pura risa”. Más amable que feo. Era feísimo. Flaco. Pero con un encanto que se balanceaba a la par –eso creo ahora- de su pierna inútil. No me hace falta, decía. Y parecía ser verdad. Con la otra realizaba muchas de las actividades que solemos hacer todos los que tenemos en buen estado las dos piernas y los dos pies. Para impulsarse, para saltar como gato por la ventana de una mujer sola, sólo se necesita un pie y que la ventana esté abierta, y que detrás de ésta se encuentre una mujer sola cotizando a precio de oro su soledad.
Orbelín no estaba quieto jamás. Se le podía ver jugando “la cascarita” con los hombres de la cuadra o persiguiendo niños en el juego de las escondidas o haciendo lo que más le gustaba: cazar mujeres solas, casadas pero solas, viudas –solísimas-; mujeres. Orbelín era cojo pero también era feliz; lo que se dice “pura risa”. Más amable que feo. Era feísimo. Flaco. Pero con un encanto que se balanceaba a la par –eso creo ahora- de su pierna inútil. No me hace falta, decía. Y parecía ser verdad. Con la otra realizaba muchas de las actividades que solemos hacer todos los que tenemos en buen estado las dos piernas y los dos pies. Para impulsarse, para saltar como gato por la ventana de una mujer sola, sólo se necesita un pie y que la ventana esté abierta, y que detrás de ésta se encuentre una mujer sola cotizando a precio de oro su soledad.
Abiertamente nadie sabía de dónde provenían los ingresos económicos con los que Orbelín se daba “la gran vida”. Uno –más bien, ellos- podían suponer de dónde-. Salvo los mandados que solía realizar a las atareadas amas de casa o las apuestas que ganaba alevosamente a los niños de la cuadra, Orbelín no tenía un trabajo fijo. No uno como el que todo mundo tiene. Sí, el suyo era un trabajo muy peculiar: destapacoños.
¿Destapa-qué? Preguntamos en coro alargando la e y abriendo los ojos por donde entró sin hallar resistencia la risa burlona de Orbelín. Destapacoños. A eso me dedico. No comprendimos su actividad pero prometimos guardar el secreto. Es un trabajo especial. ¿Cómo el de espía? Sí, como ése, sólo que más placentero. Y puso una cara como si le faltara el aire, como si estuviera probando algo ácido, como si se muriera.
Venido quién sabe de dónde, Orbelín pronto se convirtió en parte del paisaje como lo fue rápido de la palomilla que se reunía cada tarde alrededor del campo para jugar futbol. Era buenísimo. Metía goles con un estilo elíptico que lo hacia inconfundible. Pensaba que en ello radicaba su éxito con las mujeres. Tiempo después supe que había acertado. Lo supe muchos años después cuando aprendí a saltar ventanas pero para huir de algún marido celoso que arribaba a destiempo a su hogar; incluso antes, cuando tuve que andar con un solo pie debido a una fractura producido por una caída; de hecho muchísimo antes, cuando un tropiezo fortuito me hizo caer entre las piernas de una mujer generosa. (¡Qué rico te meneas!). Entonces supe qué era un destapacoños, supe –de pronto- a qué se dedicaba Orbelín; supe –de súbito- a qué quería dedicarme toda la vida. Al fin, lo supe.
lunes, 14 de enero de 2008
LA BREVEDAD DEL PARAÍSO
¿Debo morir a los 33? (Como Jesucristo). No. Como Alejandro de Macedonia (Robin Lane Fox). Tal vez. (A man decides after seventy years that what he goes there for). Morir como un loco (While those around him criticize and sleep), desnudo (and through a fractal on that breaking wall), abandonado (I see you my friend and touch your face again), en el olvido (Miracles will happen as we trip). Reducido a un número. (No we're never gonna survive unless We are a little crazy). La estadística oficial (Crazy. Seal dice). Existir muerto. Ausente.
Garabateó unas cuantas cifras (frases, quizá) y se levantó. El mundo está lleno de promesas (que navegan entre el excedente de CO2) ancladas en los pulmones semivacíos (o semicopados) de humo de los cigarrillos –sin filtro-. Ingresa en una café. Prohibido fumar. Respira con alivio. Aún existen guetos (¡qué se le hace!) ne-ce-sa-rios (discriminación ¿positiva?), reservas para la diversidad (que se obliga ser minoría para ser). Existir como un punto tiene su recompensa. Ordena un café y aspira el olor. El calor y el aroma le hacen cerrar los ojos (sus párpados caen como cortinas metálicas a las que se les echa –de golpe- el cerrojo). Piensa. Cree. Sueña. A media tarde, cuando el estrés remite a puntos mínimos (menos es imposible) se está más dispuesto a dejarse embaucar por la esperanza. Ilusotopía: Han dicho otros. (No, no we'll never survive unless we get a little bit crazy)
Bebe el café (el estómago cruje) y extravía su mente en el laberinto líquido que el calor le provoca. Vuelve el sobresalto. (¿We are a little crazy?). No quiere morir. (¿Mienten los que afirman que anhelan la muerte?) (¿Saben lo que quieren?) (¿Desear la muerte significa, en realidad, rechazarla?). Recuerda unos versos. De un Ángel (González; poeta): “Para que mi ser pese sobre el suelo/ fue necesario un ancho espacio/ y un largo tiempo…”. Para que esté aquí. Yo. (La cuenta). Pagado.(Que le vaya bien). Adiós.
Partir. (¿A dónde?) (¿De dónde?). La línea (recta o curva) es una sucesión de puntos (finitos o infinitos). Avanza entre la multitud. (Crazy are the people walking through my head). Respira el aire reciclado (conta-minado) de los otros. (Miracles will happen as we speak). Muere en cada exhalación (disimula, no sea que lo descubran y le impidan morir) y en el contrapunto del proceso respiratorio vive (carpe diem). Habría que defender (más) el derecho a la muerte (vuélvete a las catacumbas Wojtila), a decidir el día y el sitio (me asquea tu martiriomanía), también el cómo (no se aceptan sugerencias) y guardarse –si se quiere- las razones (tu dios no existe) para mí.
Abre la puerta de su casa, que a esta hora es un bálsamo de silencio, que relaja, que cura, que re-vive. Se tumba en el sofá (igual que el volumen del polvo). El tiempo avanza pese a la noción de que se cristaliza detrás de la carátula redonda. Ella no llega (¿y si no llega?). Él desespera (aguanta, por favor). Las horas avanzan (la paciencia se agota). El silencio se atomiza en los gritos de la tarde (o de la noche o de la madrugada; del día). El cuerpo rueda. El golpe interrumpe el ritmo habitual de las cosas (quietas y en movimiento)
Abre los ojos (desconcertado). Suyos. (Nuevamente). Recuperados. (De súbito). Se levanta (“para que mi ser pese sobre el suelo”). Le duele el cuerpo. (La presión; esa fuerza ejercida sobre un área mínima). Dolorido. (Se arrastra). Intenta levantarse. (EL desconcireto). Se frota las manos contra el cuerpo. Recuperado. (“Para que mi ser pese sobre el suelo/ fue necesario…”) ¡Caerse de la cama! (O de la nube) (¿De la nada?). ¡Qué pendejada! (¿No?)
Garabateó unas cuantas cifras (frases, quizá) y se levantó. El mundo está lleno de promesas (que navegan entre el excedente de CO2) ancladas en los pulmones semivacíos (o semicopados) de humo de los cigarrillos –sin filtro-. Ingresa en una café. Prohibido fumar. Respira con alivio. Aún existen guetos (¡qué se le hace!) ne-ce-sa-rios (discriminación ¿positiva?), reservas para la diversidad (que se obliga ser minoría para ser). Existir como un punto tiene su recompensa. Ordena un café y aspira el olor. El calor y el aroma le hacen cerrar los ojos (sus párpados caen como cortinas metálicas a las que se les echa –de golpe- el cerrojo). Piensa. Cree. Sueña. A media tarde, cuando el estrés remite a puntos mínimos (menos es imposible) se está más dispuesto a dejarse embaucar por la esperanza. Ilusotopía: Han dicho otros. (No, no we'll never survive unless we get a little bit crazy)
Bebe el café (el estómago cruje) y extravía su mente en el laberinto líquido que el calor le provoca. Vuelve el sobresalto. (¿We are a little crazy?). No quiere morir. (¿Mienten los que afirman que anhelan la muerte?) (¿Saben lo que quieren?) (¿Desear la muerte significa, en realidad, rechazarla?). Recuerda unos versos. De un Ángel (González; poeta): “Para que mi ser pese sobre el suelo/ fue necesario un ancho espacio/ y un largo tiempo…”. Para que esté aquí. Yo. (La cuenta). Pagado.(Que le vaya bien). Adiós.
Partir. (¿A dónde?) (¿De dónde?). La línea (recta o curva) es una sucesión de puntos (finitos o infinitos). Avanza entre la multitud. (Crazy are the people walking through my head). Respira el aire reciclado (conta-minado) de los otros. (Miracles will happen as we speak). Muere en cada exhalación (disimula, no sea que lo descubran y le impidan morir) y en el contrapunto del proceso respiratorio vive (carpe diem). Habría que defender (más) el derecho a la muerte (vuélvete a las catacumbas Wojtila), a decidir el día y el sitio (me asquea tu martiriomanía), también el cómo (no se aceptan sugerencias) y guardarse –si se quiere- las razones (tu dios no existe) para mí.
Abre la puerta de su casa, que a esta hora es un bálsamo de silencio, que relaja, que cura, que re-vive. Se tumba en el sofá (igual que el volumen del polvo). El tiempo avanza pese a la noción de que se cristaliza detrás de la carátula redonda. Ella no llega (¿y si no llega?). Él desespera (aguanta, por favor). Las horas avanzan (la paciencia se agota). El silencio se atomiza en los gritos de la tarde (o de la noche o de la madrugada; del día). El cuerpo rueda. El golpe interrumpe el ritmo habitual de las cosas (quietas y en movimiento)
Abre los ojos (desconcertado). Suyos. (Nuevamente). Recuperados. (De súbito). Se levanta (“para que mi ser pese sobre el suelo”). Le duele el cuerpo. (La presión; esa fuerza ejercida sobre un área mínima). Dolorido. (Se arrastra). Intenta levantarse. (EL desconcireto). Se frota las manos contra el cuerpo. Recuperado. (“Para que mi ser pese sobre el suelo/ fue necesario…”) ¡Caerse de la cama! (O de la nube) (¿De la nada?). ¡Qué pendejada! (¿No?)
YO QUERÍA (AÚN)
yo quería abrazar tu cuerpo nuevo
con mi saliva caramelizarlo
drenar tus venas
a fuerza de tocarte
urgido me sentía a mostrarte
el ángulo perfecto de la luz
la caída libre de tu cuerpo
dentro del mío:
herrumbre paja desvelos
pero volaste más allá de mis alas
circunferencia suicida
me da vida, dijiste
bajo la dosis de un silencio
que fue excesiva
gané perdiendo porque estás aquí:
fragmento pluma minuto detenido
así cabes todo en mi mano
¡siente cuánto te deseo!
(aún)
domingo, 6 de enero de 2008
LECTOMETRON
LA SIGUIENTE LISTA ES UN RETO, UNA PROPUESTA, UN MEDIDOR DE LAS LECTURAS QUE PRETENDO REALIZAR DURANTE ESTE AÑO (ACÁ NO INCLUIRÉ LOS TEXTOS DE ENSAYOS O TEÓRICOS QUE TAMBIÉN LEERÉ INEVITABLEMENTE), MISMAS QUE OPORTUNAMENTE RESEÑARÉ -DE MANERA SUSCINTA, TAMPOCO ESPEREN QUE LES CUENTE TODA LA HISTORIA- AL TÉRMINO DE MI PROCESO LECTOR.
1. Una mujer ha podido abandonar su encierro, dejar las tinieblas y recuperar la luz y el amor del hombre que asegura ama: "Sí, yo le enseñé todo. No sólo el amor. También el amor, desde luego, pero asimismo todo lo demás, la valentía, la fidelidad, mirar a la oscuridad". Pero en el último instante grita llamando a su captor para que le "impida" salir y perderse -luego de creerse recuperada en ese universo de sombras- para siempre. Esta es la anécdota del mito de Orfeo; misma que sirve de motivo para la novela corta de Claudio Magris, su más reciente publicación. Lectura recomendable, no sólo por su brevedad (63 páginas) sino porque actualiza el mito griego devolviéndole a los lectores, la constante irresolución de la ecuación amorosa.
Magris, Claudio: Así que usted comprenderá, Anagrama, Barcelona, 2007.
* Lectura realizada el 4 de enero de 2008.
2. Probablemente el deseo de muchas mujeres (y también el de bastantes varones) sea el de encontrarse con un “hombre a la medida”, aquél que reúna en su masa muscular, una dosis equilibrada de emotividad, fortaleza, ternura, comprensión, ¿deseo?, confianza, probidad y belleza, entre muchos otros atributos. Piden como si este varón prét-á-porter no pudiese resultar un monstruo a fuer de combinar activos opuestos. Y sin embargo, once autoras mexicanas se lanzaron al laboratorio de la escritura para desarrollar, parte a parte, al hombre literario “a la medida” de sus gustos, anhelos y/o necesidades.
Si bien suele ser común que sea el varón quien enumera, tasa, alaba o denigra las partes del cuerpo femenino, en esta antología de Claudia Guillén son ellas, las mujeres, las que enlistan y vuelven creación literaria la anatomía masculina: desde la calvicie hasta los pies, pasando por el pecho, la espalda, las nalgas, el pene, la boca, la nariz, el vello y las manos. Once escritoras –que en ningún momento asumen posturas feministas ni de género, explícitamente-, engendran el nuevo Prometeo, polifémico, jorobado (por el peso de la soledad), ausente y deseante, quieto y en movimiento, amado y no amante, cosificado, puesto en el centro y juzgado; ora comprendido, ora acusado –culpable-, pero (siempre) hombre contra-parte de la mujer, con lo que el mecano queda conformado por entero. Mujeres que dan cuenta de sus sentimientos (y visiones en movimiento) sobre el mundo masculino.
Guillén, Claudia: Un hombre a la medida, Cal y Arena, México, 2005.
*Lectura concluida el 9 de enero de 2008.
3. La muerte me da. (Un infarto)(En el blanco)(Redonda). Sin contemplaciones. Me mata. Me re-mata. La muerte. (Un paréntesis)(Una coma); punto y coma. Así podría definir (¿explicar?) el proceso de lectura (creación y recreación) que ha realizado CRG en su nueva novela. El esperado retorno. (¿De Diana Salazar?) Mucha propaganda, poco contenido. Con-tenido. Al leer la obra uno no puede evitar pensar (¿Pensar?) en lo "atrevido" (¿aventurado? ¿exagerado?) que ha sido esta vez el experimento de la tamaulipeca. Frankeinstein de letras. Fonemas en caos. Sí, es como si la escritura fuera un gas ideal al que se puede -se quisiera- mantener a temperatura, presión y volumen constantes modificando siempre alguna de éstas para ver qué sucede. Sucede. Que es un fiasco. El antecedente que uno puede encontrar en esta obra se halla en sus propias obras: Lo anterior y Los textos del yo; pero todos le deben algo –o mucho- a Spanbahuer; El hombre que se enamoró de la luna. Por citar algo. Dice. Más de 300 páginas y uno siente que le da vértigo, flojera, insolación lectora, vahído, muerte anunciada y en partes. Toda la muerte me da. La idea de una escritura troceada es interesante pero tediosa (¿Confusa?). Sin embargo, me ha gustado la novela. ¿La novela? La propuesta. La pro-puesta. El asunto de thriller anunciado en la contraportada no es tal; no para mí, pero si es divertido hallar los fantasmas de CRG tan pequeñitos (tan leimotivaianos) como la mujer pájaro cuya presencia ser agiganta en la minúscula geografía del párrafo. Teruteru.
Rivera Garza, Cristina: La muerte me da, Tusquets, México, 2007.
* Lectura concluida el miércoles 16 de enero de 2008.
* Lectura realizada el 4 de enero de 2008.
2. Probablemente el deseo de muchas mujeres (y también el de bastantes varones) sea el de encontrarse con un “hombre a la medida”, aquél que reúna en su masa muscular, una dosis equilibrada de emotividad, fortaleza, ternura, comprensión, ¿deseo?, confianza, probidad y belleza, entre muchos otros atributos. Piden como si este varón prét-á-porter no pudiese resultar un monstruo a fuer de combinar activos opuestos. Y sin embargo, once autoras mexicanas se lanzaron al laboratorio de la escritura para desarrollar, parte a parte, al hombre literario “a la medida” de sus gustos, anhelos y/o necesidades.
Si bien suele ser común que sea el varón quien enumera, tasa, alaba o denigra las partes del cuerpo femenino, en esta antología de Claudia Guillén son ellas, las mujeres, las que enlistan y vuelven creación literaria la anatomía masculina: desde la calvicie hasta los pies, pasando por el pecho, la espalda, las nalgas, el pene, la boca, la nariz, el vello y las manos. Once escritoras –que en ningún momento asumen posturas feministas ni de género, explícitamente-, engendran el nuevo Prometeo, polifémico, jorobado (por el peso de la soledad), ausente y deseante, quieto y en movimiento, amado y no amante, cosificado, puesto en el centro y juzgado; ora comprendido, ora acusado –culpable-, pero (siempre) hombre contra-parte de la mujer, con lo que el mecano queda conformado por entero. Mujeres que dan cuenta de sus sentimientos (y visiones en movimiento) sobre el mundo masculino.
Guillén, Claudia: Un hombre a la medida, Cal y Arena, México, 2005.
*Lectura concluida el 9 de enero de 2008.
3. La muerte me da. (Un infarto)(En el blanco)(Redonda). Sin contemplaciones. Me mata. Me re-mata. La muerte. (Un paréntesis)(Una coma); punto y coma. Así podría definir (¿explicar?) el proceso de lectura (creación y recreación) que ha realizado CRG en su nueva novela. El esperado retorno. (¿De Diana Salazar?) Mucha propaganda, poco contenido. Con-tenido. Al leer la obra uno no puede evitar pensar (¿Pensar?) en lo "atrevido" (¿aventurado? ¿exagerado?) que ha sido esta vez el experimento de la tamaulipeca. Frankeinstein de letras. Fonemas en caos. Sí, es como si la escritura fuera un gas ideal al que se puede -se quisiera- mantener a temperatura, presión y volumen constantes modificando siempre alguna de éstas para ver qué sucede. Sucede. Que es un fiasco. El antecedente que uno puede encontrar en esta obra se halla en sus propias obras: Lo anterior y Los textos del yo; pero todos le deben algo –o mucho- a Spanbahuer; El hombre que se enamoró de la luna. Por citar algo. Dice. Más de 300 páginas y uno siente que le da vértigo, flojera, insolación lectora, vahído, muerte anunciada y en partes. Toda la muerte me da. La idea de una escritura troceada es interesante pero tediosa (¿Confusa?). Sin embargo, me ha gustado la novela. ¿La novela? La propuesta. La pro-puesta. El asunto de thriller anunciado en la contraportada no es tal; no para mí, pero si es divertido hallar los fantasmas de CRG tan pequeñitos (tan leimotivaianos) como la mujer pájaro cuya presencia ser agiganta en la minúscula geografía del párrafo. Teruteru.
Rivera Garza, Cristina: La muerte me da, Tusquets, México, 2007.
* Lectura concluida el miércoles 16 de enero de 2008.
4. Teruteru. Buscar sin querer encontrar y hallar lo que no se buscaba. Así es el juego que articula gran parte de la novela El hombre que se enamoró de la luna. Una obra que impresiona desde las primeras líneas: "Si tú eres el diablo, no soy yo quien cuenta esta historia". La aparante evasión del narrador, la ambiguedad de la realidad, la perfecta caracterización de los personajes hacen de esta novela un recorrido apasionante y doloroso, intenso y poético, contradictorio, ameno. Pasional. A lo largo de 259 páginas, Tom Spanbahuer consigue exponer una realidad -denunciar una realidad- que desafortunadamente sigue existiendo como lo es la discriminación racial y sexual -por citar algunos- y la intolerancia religiosa, piedra de tropiezo de la mayoría de los credos (que se institucionalizan o que aspiran a ello). Si te encuentras con esta novela (de difícil localización en el mercado), súbete a su aeroplano y visita al hombre de la luna.
Spanbahuer, Tom: El hombre que se enamoró de la luna, Océano, México, 1997.
*Lectura concluida el domingo 10 de febrero de 2008.
5. Si existe un momento oportuno para disfrutar de este libro éste es el de la denominada semana santa. ¡Semana santa en Occidente, tan laico, tan aconfesional, tan racionalista! Esto suena como a ir de compras en un país de confesión musulmana. Y ese placer, el de compar, lo he experimentado al leer La puta de Babilonia; a través de sus más de doscientas páginas, Vallejo nos va dando cuenta de las innumerables hazañas que la iglesia católica ha realizado, ora financiando, ora participando activamente en ellas, en aras de consolidar su poder, su concubinato con el Poder, desde el cual ha ejercido una tiranía infinita. Fernando Vallejo exhibe, con un estilo singular, las atrocidades de la jerarquía romana, las impresiciones de los textos bíblicos, pone en tela de juicio la existencia real del mesías y con ello tira cuesta abajo toda la tradición del magisterio de la misma; se burla de los papas y de los documentos eclesiales, maneja cifras apabullantes en donde queda manifiesta la falsedad del discurso de la iglesia católica, apostólica y romana; todo un rosario de mentiras. Les aseguro que quienquiera que se atreva a perderse en la vastedad de estas páginas encontrará una razón más para salir huyendo de la tiranía de una institución, que ha hecho de la mentira, el chantaje y demás linduras, su catecismo particular. Disfrútenla.
Vallejo, Fernando: La puta de Babilonia, Planeta, México, 2007.
*Lectura concluida sábado 22 de marzo de 2008.
6. Cuando escuchamos o decimos la expresión "la primera vez..." solemos asociar ese primera con una situación de índole sexual; y sin embargo, dicha enunciación abarca un corpus más amplio que no infinito de significaciones. Y utilizando este significado múltiple de la frase se juega con el doble sentido de los lectores y se da título así a una serie de 12 cuentos publicados por una editorial colombiana, que busca, a través de diversas antologías, promover la cuentísitica que no encuentra asilo en el top ten de la alfaguarización de la literatura. La selección que integra este compendio es acertada, divertida, con un toque de ingenuidad que a veces se necesita devolver a la realidad para no sumbir ante la misma. En este libro destacan cuentos de Faulkner, Felisberto Hernández, Iván Bunin, Cabrera Infante, Luis Rafael Sánchez entre otros; de éste último, el cuento "Tiene raiz la noche" deja en el lector un grato sabor a ingenuidad, como si de repente y por un instante, uno volviera a hacer ese niño pequeñito que quiere conocer -sentir más bien- lo que es estar en la intimidad con una mujer. El texto es breve pero su lectura es fluida, una recomendación para los aficionados a textos de la adolescencia.
Guido L., Tamayo S.: Cuentos de la primera vez, col. El pozo y el péndulo, Panamericana Editorial, Colombia, 2000.
*Lectura realizada el martes 25de marzo de 2008.
7. Mira por dónde y encontrarás que vas en una dirección, entonces pasa un marrón y ya vas en otra dirección. Spanbauer vuelve a atrapar mi atención -y mi emotividad- con el texto La ciudad de los cazadores tímidos. A través de Will, recién llegado a Nueva York desde su natal Idaho, nos enteramos poco a poco, a través de las 662 páginas que conforman la novela, de las andanzas, aspiraciones, anhelos y limitaciones de un grupo de hombres y mujeres queer (los hay gay, bisexuales, trasvestidos) y su relación con el poder en los Estados Unidos bajo el gobierno de los Reagan (Ronald y Nancy) en los inicios de los ochentas, la vida cotidiana en los suburbios de Manhattan, la aparición del sida y los estragos que causa en los habitantes de esta ciudad convertida en una "Ciénega de Lobos". En un principio, el narrador nos hace amar entrañablemente a los personajes: Rose, Fiona, Tiro Acertado, Charli 2lunas, Rubi Prestigiacomo y al personaje que cuenta entre otros más, para después despeñarnos en caída libre desde el pináculo de la querencia en la atroz vivencia de la enfermedad y sus estragos. Para quienes conocen de cerca lo que el sida hace en las personas, esta novela nos recuerda que la lucha contra el virus no está ganada: "Todos estamos concretamente en nuestro cuerpo por un momento de nuestra vida" confiesa un persona antes de morir espectacularmente, si se se me permite así referirlo, sin embargo, en el relato, la muerte es una entrada para hallar la salida: "Qué acto tan valiente y encantador dejar que el cuerpo celebre". La novela es eso, una dolorosa celebración de la vida en resistencia, el desgaste que causa jugar al héroe en un tiempo donde ya no se estilan porque nadie los espera, nadie los necesita. La auténtica heroicidad radica en amanecer vivo al día siguiente y joder al poder hegemónico, heteronomativo, excluyente, racista con la consigna de avanzar mientras dure la capacidad de plantarle cara al destino: "La compulsión lúcida de actuar polémicamente cristaliza mi libertad". Con Spanbauer no existe otra manera de vivir so pena de existir solamente. El performance, el reto, la no claudicación son algunas de las situaciones que este autor mantiene vigentes en su narrativa, quizá se explique en su propia condición de "mestizo". En tanto, la lucha por dar la voz (suspendida en la bocina de un teléfono permanentemente descolgado) a los cuerpos represaliados sigue en pie, aupada por la valentía de estos cazadores tímidos que se atreven a devorar la noche y sus demonios, y al día y a su puñado de "capullos", porque existe una ley que tira de sus pasos: "Los hados guian a quien se dejan, y a la que no, la arrastran".
Spanbauer, Tom: La ciudad de los cazadores tímidos, Poliedro, Barcelona, 2002.
*agosto de 2008.
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